La búsqueda de la felicidad como objetivo y la inteligencia emocional como herramienta pueden ser tal vez las dos mejores recetas para una vida llena de propósito. 

El objetivo de esta serie de artículos es construir un camino claro y pedagógico hacia la felicidad financiera, pero, para lograr aquello, debemos hablar sobre metas y sobre herramientas. 

La fetichización de los medios por sobre los fines 

La distinción medios/fines suele tener una naturaleza funcional que distingue entre fines imbuidos de carga valorativa, es decir, moral, y medios entendidos de una forma instrumental. 

Resta decir que esta distinción muchas veces no resulta del todo clara y hay mucho espacio para la ambigüedad. Dentro de esta ambigüedad constitutiva, en la cual nuestra mente naufraga gran parte del tiempo debido a nuestra historia evolutiva, muchas veces confundimos a los fines con los medios. 

La felicidad como un fin y las finanzas como un medio 

El dinero

El dinero es un fenómeno muy poderoso y su influencia sobre nosotros es muchas veces inmanejable. Pese a la caracterización del dinero como el símbolo de la banalidad, nada más lejos que eso ocurre en la realidad. 

Para criaturas dramáticamente hipersociales como los humanos, el dinero tiene un valor absolutamente justificado. El dinero es el equivalente material al valor definido intersubjetivamente por todos nosotros. La aprobación del grupo descansa en algún lugar del bagaje simbólico que representa el dinero. 

Dada esta justificada influencia, el dinero muchas veces logra mudar su ropa y presentarse ante nosotros como un fin en sí mismo. A este fenómeno le damos el nombre de fetichización de los medios y debemos estar atentos ya que todos somos pasibles de esta poderosa ilusión. 

El dinero es más útil e inofensivo cuando lo vemos en su faceta instrumental, es decir, como una herramienta que nos permita obtener alguna otra cosa.

La felicidad 

¿Y a qué fin puede servir el dinero como medio? Creemos que la respuesta a esta pregunta debe ser indiscutiblemente la felicidad. La felicidad es un objetivo absolutamente razonable para una vida llena de propósito y sentido. 

No hay que confundir felicidad con placer sin embargo. El placer es una dosis química instantánea, de la misma naturaleza que tienen las drogas y las apuestas. La persecución del placer es otra búsqueda más donde confundimos el medio por el fin. La felicidad es algo distinto al placer, aunque muchas veces se vale de este último para mantenernos en el camino correcto. La felicidad no negocia la sensación de sentido, la ejercitación del yo y la armonía de elementos a lo largo de la vida. La felicidad es un estado de plácida y tenue conciencia del sentido de la vida y de la plena involucración de uno en el camino hacia él.

Las emociones y nuestra capacidad deliberativa

Si la felicidad es nuestro objetivo, el dinero un elusivo y peligroso, pero potente, medio para acercarnos a ella, entonces nuestras emociones deben ser nuestro equipo de trabajo y no un agente subversivo constante de nuestros propósitos. 

Las emociones forman parte de una antigua heurística que la evolución biológica nos otorgó para navegar un mundo complejo y vasto. Nuestras emociones son una gran intuición que nos permite ajustar nuestra brújula en alguna dirección favorable. Pero así como tenemos nuestras emociones, también poseemos nuestra facultad deliberativa. 

Nuestra facultad deliberativa y nuestras emociones no suelen converger en una dirección conjunta y, cuando lo hacen, existe todo un mundo externo que muchas veces conspira contra dicha sociedad virtuosa. El marketing constante que confunde placer con felicidad, dinero como un fin, entre otras muchas tentaciones, es experto en hablar el lenguaje de nuestras emociones. 

inteligencia emocional

La inteligencia emocional 

La inteligencia emocional es la disciplina interna  necesaria para garantizar la cooperación conjunta de nuestras emociones y nuestros objetivos a mediano plazo, trazados por nuestra capacidad deliberativa. 

Lograr este equilibrio es difícil, y, como bajar de peso, la clave de la dificultad reside en la capacidad de mantenerlo. Recibimos constantes embates que sacuden nuestro equilibrio psíquico y tienta a nuestras emociones a tomar decisiones impulsivas por nosotros. 

La manera de lograr esta disciplina emocional interna es contar con un plan y con un propósito que le otorgue un sentido positivo a nuestros esfuerzos. También es importante saber cuándo recompensar a nuestra plebe emocional interna con una merecida dosis de placer luego del esfuerzo realizado. El gobierno de uno mismo es un arte y, como en la política, hay que saber cómo manejar y hacer converger los distintos intereses hacía un objetivo común.

Conclusión 

Entender la diferencia entre medios y fines nos permite no fetichizar los primeros y caer en las ilusiones del marketing moderno, los cuales nos vacían de propósito en el mediano plazo. La felicidad es un gran objetivo hacia el cual orientar nuestra vida. Para garantizar el camino hacia este objetivo necesitamos un plan que facilite la cooperación de nuestra estructura emocional. Dicho arte de mantener el balance interno recibe el nombre de inteligencia emocional y es una herramienta imprescindible en la búsqueda de nuestra felicidad financiera

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